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Gaceta La Matraca N2

viernes, 18 de febrero de 2011

"Ione" (1858)


"Ione" (1858)

Enrico Petrella (Adapt. Font Fernández)

El 26 de enero de 1858, Errico Petrella (1813-1877),contemporáneo de Giuseppe Verdi, estrenaba en Milán su ópera "Ione", con libreto de Giovanni Peruzzini, basado en la conocida novela "Los últimos días de Pompeya", de Edward Bulwer Lytton. En 1899, Manuel Font Fernández de la Herranz tuvo el acierto de adaptar una de las arias de dicha ópera a marcha procesional.

No es este el único ejemplo de utilización de una obra clásica sinfónica para el repertorio procesional. Como todos sabemos, existen numerosos ejemplos de esta práctica, muy en boga en los últimos años del siglo XIX, cuando no existía aún un repertorio musical cofrade propiamente hablando. Todos conocemos las adaptaciones de las marchas fúnebres de Chopin, Thalberg o Wagner.

"Ione" es todo un clásico de la literatura musical cofrade. Su dramatismo, no exento de sensualidad, su exotismo y, al propio tiempo, su elegancia, han hecho de ella una de las marchas predilectas de muchos aficionados a la música procesional.

La obra comienza directamente con dos compases de acompañamiento ejecutados por los instrumentos de timbre más grave, a los que se une posteriormente la madera dibujando una melodía introductoria de gran sencillez y efecividad.

El primer tema, en mi bemol menor, se esboza primero en "piano", y va subiendo en intensidad hasta el "forte". Se trata de una melodía melancólica, dolorosa y, al propio tiempo cargada de exotismo gracias al cromatismo de los pasajes descendentes de semicorcheas.

Finalizado el desarrollo de este primer tema, y sin solución de continuidad, tres acordes fuertes de tónica de do bemol mayor (dos corcheas seguidas de redonda ligada a negra) nos introducen en la segunda sección, plena de fuerza y brillantez. Tras una modulación intensa y dramática, de nuevo en la tonalidad inicial de mi bemol menor, asistimos a la reexposición de la primera sección.

Una nueva repetición de todo el período anterior nos conduce a la conclusión de la obra en los mismos tonos sombríos del comienzo. Esa atmósfera fúnebre es desgarrada por dos llamadas similares a las que daban inicio a la segunda sección en do bemol mayor, pero esta vez en un obstinado y dramático mi bemol menor. Tres acordes contundentes ponen punto y final a esta obra entrañable de la música procesional.

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